Viernes, 03 de Mayo 2024
Cultura | CRÓNICAS DEL ANTROPOCENO

La ciudad dopada

Las drogas, legales e ilegales, forman parte de la vida cotidiana de los humanos, y se debería de legislar sobre el asunto aceptando este hecho

Por: Marcos Vinagrillo

El etnobotánico Terence McKenna lanzó una hipótesis según la cual el cerebro humano resultó del consumo de sustancias psicotrópicas. CORTESÍA/@elchubi_

El etnobotánico Terence McKenna lanzó una hipótesis según la cual el cerebro humano resultó del consumo de sustancias psicotrópicas. CORTESÍA/@elchubi_

En 1992, el etnobotánico Terence McKenna lanzó una divertida hipótesis sobre la evolución del Homo sapiens, la Teoría del Mono Dopado, donde propone que el cerebro humano resultó del consumo de sustancias psicotrópicas, es decir, de "darse un toque", de usar drogas. En su libro El manjar de los dioses, McKenna propone que una consecuencia de que al mono le gustara "la mona" fue que aquel simio que quizá solo pensaba en sobrevivir, se preguntara cosas más complejas: ¿quién soy? o ¿por qué existo?

La controversial teoría plantea una interesante hipótesis, y en efecto, sabemos que sustancias como el DMT de la ayahuasca catalizan ideas abstractas y a la par, surge otra duda: ¿qué es la sobriedad? Vivimos dopados por lo que comemos, cada alimento libera químicos que alteran nuestro cuerpo, quitar el hambre ya es una respuesta y comer chocolate eleva la dopamina y la serotonina, hormonas de la felicidad humana. Entonces no suena tan "pacheco" que la curiosidad primate por "besar sapos" y "comer hongos" trajera consecuencias inesperadas, desde la primera vez que a un chango le dio “la pálida” hasta, posiblemente, el desarrollo del humano actual.

En esta crónica del Antropoceno, la lista de sustancias psicotrópicas es enorme, desde la cerveza egipcia, la coca Inca o el peyote Wixárika. Pero nuestra relación con las drogas cambiaría drásticamente cuando pasamos de rituales con naturalezas sagradas a la era del narcotráfico, el hijo menos agraciado de las ciudades. Porque algo en común de Detroit, Tokio, Darmstadt y Basilea, es que son ciudades que sintetizaron importantes drogas actualmente narcotraficadas: la "keta", el "cristal", el "éxtasis" y el "ácido", respectivamente. Hasta México sumó su granito al registrar por primera vez la palabra “marihuana” y popularizarla como burla a Victoriano Huerta, dictador de "ojos rojos" al que cantaban: “la cucaracha ya no puede caminar, porque no tiene, porque le falta, marihuana que fumar”.

Y antes de juzgar a los consumidores, recordemos que no evolucionamos en ciudades, no vivíamos más de 30 años, no experimentábamos el tráfico y no reportábamos al SAT, presiones urbanas que hacen de la nicotina, la cafeína y el azúcar tres de las sustancias más consumidas globalmente. Ya sea la insulina de mi abuela, el mate de mis mañanas o el "porro" que Edison y Freud se forjaban al hacer historia, todos usamos sustancias para mejorar nuestra experiencia de vida.

Sabemos que "dice el doctor que ya no fume marihuana, que me hace daño y que es una hierba muy mala, que a mi cabeza la enloquece y que le afecta, y que es mejor el Rivotril que él me receta" (citando al “Babo”), pero pongamos la shisha sobre la mesa y hablemos de "líneas", "piedras" y "tusis", de "tachas", "cuadros" y "microdosis", comprendamos la complejidad del problema y salgamos del narco-closet que hace que la principal información sobre los "poppers" en México sea un episodio de La Rosa de Guadalupe.

En una época llena de villanas y "heroínas" me quedo con las palabras en The Midnight Gospel: “Odio la idea de drogas buenas y malas. No hay un químico que sea bueno o malo, sólo existe porque lo creamos o por la naturaleza, y luego está la relación del humano con la sustancia. Esa es la cuestión”, pues cuestionémosla, en la familia, en las escuelas, en los museos, en el gobierno, que este viaje colectivo nos lleve a ciudades limpias de las muchas violencias socioambientales consecuencia de vivir en la ciudad dopada.

Sobre el autor

Marcos Vinagrillo es biólogo y maestro en comunicación de la ciencia y la cultura. Su experiencia y pasión se ha centrado en la comunicación ambiental y la biodiversidad a través de acuarios, zoológicos y jardines botánicos. Actualmente colabora con el Museo de Ciencias Ambientales en las narrativas de las exhibiciones vivas, los jardines y el proyecto del Jardín Educativo.

Para saber

Crónicas del Antropoceno es un espacio para la reflexión sobre la época humana y sus consecuencias producido por el Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara que incluye una columna y un podcast disponible en todas las plataformas digitales.

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