Jueves, 18 de Abril 2024
Suplementos | Sólo él puede decidir su propio destino

El hombre, testigo y parte del bien y del mal

'Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña'

Por: EL INFORMADOR

Descubre una ley que no se da en él a sí mismo, sino a la que debe obedecer, invitándolo siempre a amar y obrar el bien y evitar el mal SUN / J. Barrera

Descubre una ley que no se da en él a sí mismo, sino a la que debe obedecer, invitándolo siempre a amar y obrar el bien y evitar el mal SUN / J. Barrera

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Sabiduría 12, 13. 16-19:

“Juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza… ya que al pecador le das tiempo para que se arrepienta”.

SEGUNDA LECTURA

San Pablo a los Romanos 8, 26-27:

“El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene”.

EVANGELIO

San Mateo 13, 24-43:

“Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña”.

***

“El hombre está dividido dentro de sí mismo. Por eso toda vida humana, individual o colectiva, se nos presenta como una lucha entre el mal y el bien, entre las tinieblas y la luz”.

Gaudiwn et Spes 13

GUADALAJARA, JALISCO (23/JUL/2017).- En este domingo, el tema para reflexionar es la presencia del bien y del mal siempre y en todas partes. Sólo el hombre puede obrar el bien y sólo él puede hacer el mal, porque el hombre es el único ser en la Tierra con un privilegio exclusivo: la libertad. Los astros obedecen a su creador con la fidelidad de las leyes físico-químicas, y así todo el mundo mineral. El mundo vegetal igualmente sigue invariables sus leyes: jamás un naranjo madurará guayabas en sus ramas. El mundo animal va siempre guiado por sus instintos. Una abeja de este siglo hace exactamente lo mismo que la de hace un siglo, o 20 siglos. El hombre piensa, analiza, sintetiza, quiere, decide y obra guiado por su pensamiento y decidido por su voluntad. Y esta facultad, la voluntad, es el signo de que puede hacer o no hacer esto o aquello, y hacer el bien o hacer el mal. El hombre es superior a todo. Así se expresaron los obispos en el Concilio Vaticano II (1962-1965): “No se equivoca el hombre cuando se reconoce superior a las cosas corporales, y cuando se considera algo más que una partícula de la naturaleza o un elemento anónimo de la ciudad humana. Con su capacidad de interiorización supera la universalidad del cosmos, y es capaz de tocar esas profundidades cuando mira a su corazón, donde le espera Dios, que escruta los corazones, y donde sólo él puede decidir su propio destino (es libre para ello) ante los ojos de Dios. Así pues, cuando reconoce en sí mismo la presencia de un alma espiritual e inmortal, no es víctima de un falaz espejismo, procedente sólo de condiciones físicas y sociales, sino que, en realidad, toca una verdad profundísima”. (Gaudiwn et Spes 14). “Porque desde que el hombre, con alma espiritual e inmortal, entra en uso de razón, descubre que está  inclinado al mal. Descubre que está dividido dentro de sí mismo.

Por eso toda vida humana, individual o colectiva, se nos presenta como una lucha, por añadidura dramática, entre el mal y el bien, entre las tinieblas y la luz”. (Gaudiwn et Spes 13). “Ya con el uso de razón, descubre el hombre una ley que no se da en él a sí mismo, sino a la que debe obedecer, y cuya voz suena con claridad a los oídos del corazón cuando conviene, invitándolo siempre con voz apagada a amar y obrar el bien y evitar el mal. La conciencia es como un núcleo recóndito, como un sagrario dentro del hombre, donde tiene sus citas a solas con Dios, cuya voz resuena en su interior”. (Gaudium et Spes No. 16). Porque en el tiempo, en la historia, los hombres han respondido afirmativamente a la voz de su conciencia, o se han hecho sordos a esa voz interior, en el mundo, juntos, entrelazados, aparecen el bien y el mal. Cristo, gran Maestro, con su luz esclarece esta realidad con una sencilla parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo, pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño y sembró cizaña entre el trigo”. Aquí se excluye el pesimismo de aquellos que sólo miran el lado oscuro en donde ponen sus ojos; tampoco se toma en cuenta la opinión de los ingenuos, de los optimistas que miran todo lo bueno y lo bello. La realidad está manifiesta en la parábola: Dondequiera que vaya el hombre, encontrará el bien y el mal; y también, no a uno, sino muchos que siembran el bien con su vida y sus obras, y a los que siembran el mal.

Hay quienes se preguntan: “¿Por qué si Dios es padre bueno, permite tantas injusticias, tanta maldad, tantos opresores, tantos corruptores? ¿Por qué no acaba con todos?”. La respuesta es el amor infinito de Dios, “que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”. Dios no está para descargar el golpe sobre el que le ha sido altanero, ingrato, temerario, así  sea uno el pecado, o una cadena de culpas negras, repugnantes.

José Rosario Ramírez M.

El tiempo, un gran regalo

Una de las líneas que surca los textos de este domingo es el tiempo, visto desde la fe, como obra de Dios, sirve de marco a una historia que nos atañe e involucra, ya que queramos o no, estamos regidos por el tiempo, pero hermosamente llamados a la eternidad.

El tiempo lo podemos ver desde una óptica pesimista y pensar cuán rápido se va y con cuánta facilidad, si no somos conscientes, lo desperdiciamos, pero no por ello deja de ser un gran don, y adquiere un sentido de misericordia cuando leemos el texto del Libro de la Sabiduría que dice: “Has llenado a tus hijos de una dulce esperanza, ya que al pecador le das tiempo para que se arrepienta”. Y en perfecta consonancia el Evangelio de Mateo al presentar la parábola del trigo y la cizaña: “Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero”.

El gran reto es descubrir la mano paterna de Dios que se hace presente en nuestro tiempo y el ser justos administradores del regalo que es tenerlo, que es el que nos permite estar y relacionarnos, valora y comprende cuánto recibes y das al compartir tu tiempo y el de los demás, porque es algo que jamás se puede recuperar, quien te da de su tiempo, te da de su vida misma.

Para ayudarnos a descubrir el milagro de cada segundo sirva este escrito anónimo a manera de reflexión:

Para darse cuenta del valor de un año,

pregúntale a un estudiante que ha fallado en un examen final.

Para darse cuenta del valor de un mes, pregúntale a una madre que ha dado a luz a un bebé prematuro.

Para darse cuenta del valor de una semana, pregúntale al editor de un diario semanal.

Para darse cuenta del valor de una hora, pregúntale a los novios que esperan para verse.

Para darse cuenta del valor de un minuto, pregúntale a la persona que ha perdido el tren, el autobús o el avión.

Para darse cuenta del valor de un segundo, pregúntale a la persona que ha sobrevivido de un accidente.

Para darse cuenta del valor de un milisegundo, pregúntale a la persona que ha ganado una medalla de plata en las olimpiadas.

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